El mundo está mirando al Amazonas. Los datos geográficos sobre este territorio, que abarca 6,74 millones de km2, repartidos en ocho países de América Latina, aparecen constantemente en medios de comunicación nacionales e internacionales. Las cifras preferidas de materiales siempre están ligadas a su magnitud como el bosque tropical más grande del mundo, hogar del 10% de la biodiversidad mundial y responsable del 15% del agua dulce del planeta. Sin embargo, poco se habla sobre lo que sucede bajo sus árboles, en el suelo donde vive la gente.
Los aspectos urbanos de la región amazónica son los últimos en mencionarse cuando se trata de esta porción de la Tierra, pero comprender la importancia de preservar el bosque para la supervivencia del planeta implica también cuidar la calidad de vida de sus habitantes.
Sólo en la Amazonía brasileña hay una población de 28,4 millones de personas, con una urbanidad en expansión. Actualmente, el 75% de su población es vista como urbana, la gran mayoría desarrollada en pequeños municipios de hasta 50 mil habitantes. Esta estructura, a lo largo de los siglos, estuvo marcada por dos momentos importantes: la época en que los ríos jugaron un papel fundamental en la economía local con la extracción de caucho en el siglo XIX y cuando, a partir de 1970, fue testigo del rápido crecimiento de los diversos pueblos a lo largo de las carreteras abiertas por el gobierno militar.
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Conocimientos del Amazonas aplicados a la arquitectura contemporáneaEsta historia contada a partir de la colonización, que tuvo como único objetivo la extracción de recursos, es el peso con el que convive la región amazónica. Lejos de ser un relato sobre una vida sustentable, basada en el entendimiento ancestral, en él el bosque era visto como un obstáculo a superar. Como resultado, existe una enorme dispersión poblacional, con una distancia lineal promedio de 1000 km entre sus ubicaciones, lo que presenta desafíos en relación con la movilidad y el acceso a servicios básicos. A pesar de estar rodeado de agua dulce, los niveles de saneamiento y agua potable son los más bajos del país, y las viviendas y los espacios públicos de calidad también están restringidos a una pequeña porción de la población. Contradicciones que culminan en la tercera favela más grande de Brasil, ubicada exactamente al borde del bosque.
¿Cómo entonces, es posible asimilar la importancia de esta naturaleza que los rodea, como esencial para la supervivencia del planeta, mientras su propia existencia como persona se ve amenazada diariamente?
Ofrecer una vida digna y cómoda a estas comunidades es fundamental para fomentar el sentido de pertenencia y cuidado de todo lo que constituye la Amazonía. En este sentido, a pesar de comprender las raíces profundas de los problemas que enfrenta la población amazónica, acciones específicas que comprendan la urbanización y la naturaleza como aspectos interdependientes, y no opuestos, pueden ser una herramienta importante para cambiar el rumbo.
Este pensamiento rector permite ver los aspectos naturales desde una nueva perspectiva, generando relaciones sanas y recíprocas. La red hidrográfica, por ejemplo, durante mucho tiempo desatendida en detrimento del transporte por carretera, tiene la capacidad de ofrecer valiosas oportunidades, no sólo para el transporte, sino también para la creación de espacios públicos de calidad con funciones ecológicas en las regiones ribereñas, reduciendo las distancias y preservando los recursos naturales.
En el ámbito arquitectónico, las condiciones inundables, la topografía plana y la relativa proximidad a los cursos de agua pueden orientar las decisiones tecnológicas y constructivas, centrándose en soluciones basadas en la naturaleza para producir no sólo arquitecturas, sino también infraestructuras (como drenaje y saneamiento), sostenibles y accesibles. En este aspecto, la arquitectura indígena de la región tiene mucho que enseñar. Los pueblos originarios ya entendían la naturaleza no como un recurso a utilizar, sino como parte de la comunidad, presentando una sostenibilidad por el diseño con el uso de materiales disponibles localmente y el respeto al clima.
Desde cabañas de paja hasta construcciones sobre pilotes, también hay que destacar el profundo conocimiento que las comunidades ribereñas tienen sobre el paisaje. Con una práctica transmitida de generación en generación, las dos tipologías predominantes, sobre pilotes y flotantes, son construcciones de madera definidas en base al conocimiento preciso del suelo, las resistencias actuales y los niveles de inundación. Si bien muchas de ellas son sinónimo de precariedad por los escasos recursos de la población, el potencial de la estrategia resalta la importancia de la adaptación y la resiliencia.
Esta relación con el contexto también se aborda, aunque desde una perspectiva diferente, en ejemplos contemporáneos que hacen uso de estrategias pasivas de climatización y el uso de materiales locales, apuntando a los aspectos esenciales de la construcción. Ante las dificultades de la región surgen otras formas de proyectar o recuperar lo vernáculo, generando proyectos que reflejen la cultura local.
Es imposible acercarse a la urbanidad de la Amazonía sin comprender sus complejidades. Una formación cultural diversa, con presencia de etnias indígenas, europeas y africanas, presenta una riqueza de estrategias que se han ido perfeccionando durante muchos siglos, siendo las mencionadas anteriormente sólo algunos ejemplos. En cualquier caso, sirven tanto para descubrir las capas que componen esta región como para guiar acciones tan urgentes.
Los ejemplos hablan de las posibilidades de crear mejor arquitectura y ciudades utilizando los recursos disponibles y fortaleciendo el vínculo entre la comunidad y la naturaleza, apelando no sólo a la magnitud del bosque, sino a los desafíos de su gente. Al fin y al cabo, como afirma el antropólogo Romero Ximenes, la Amazonía no es sólo un paisaje natural con cifras exorbitantes. Un paisaje no tiene etnias, ni cultura, es sólo un paisaje. La Amazonía son personas que se ganan la vida, producen su existencia, de ahí la importancia de valorar conceptos y tecnologías específicas para garantizar la reproducción y supervivencia, no solo del medio ambiente, sino también de las personas.